Las experiencias dolorosas o difíciles nos ayudan a adquirir
un mayor nivel de conciencia. Por eso, es importante que
siempre que te enfrentes a una, la uses para crecer sin
guardar sentimientos negativos
Las religiones consideran que venimos a esta vida a cumplir nuestra misión. Para
lograrlo, es importante adquirir un mayor nivel de conciencia, aprendiendo de
cada circunstancia que se nos presenta, para así partir a la vida eterna con mayor
paz, sin ninguna emoción negativa.
¿Aprendiste ya todo lo que viniste a aprender en esta vida? ¿Estás limpio de
resentimientos, rencores, culpas o cualquier emoción negativa? ¿Crees que tu
alma está lista para enfrentarse a la eternidad?
En muchas ocasiones las circunstancias se presentan en formas incómodas o
dolorosas, por lo que mantener una actitud de aprendizaje es difícil. Como
consecuencia adoptamos el papel de la víctima generando autocompasión y,
algunas veces, hasta renegando de Dios, creando un gran estancamiento.
¿Qué tan a menudo te sientes víctima, con autocompasión y buscando lástima?
Es importante recordar que aprendemos más del dolor que del placer; por
eso debemos mantener siempre una actitud abierta para aprender aun de las
más grandes tragedias, pues muchas de éstas nos han dejado nuestros más
profundos aprendizajes.
¿Qué tanto has crecido con las experiencias dolorosas en tu vida?
Mantener una actitud positiva durante un evento negativo o doloroso no es algo
imposible. Es mucho más fácil de lo que pensamos, lo único que debes hacer
es preguntarte: ¿por qué y para qué me está pasando esto?
Sólo concentrándonos en entender por qué y para qué, podremos mantenemos
serenos, haciendo a un lado cualquier emoción o sentimiento negativo (enojo,
frustración, resentimiento, celos, etcétera) proveniente de nuestro demonio
interno o voz chinga-quedito, que lejos de ayudarnos nos impide aprender
eficientemente.
¿Qué tanto eliminas tu enojo y te mantienes tranquilo y en paz ante la adversidad?
A la vez hay que aprender a no enganchamos con los factores externos. Requerimos
no reaccionar ante los demás, sino accionar siempre positivamente a
pesar de recibir cargas de agresión, indiferencia o cualquier actitud negativa. Por
ejemplo, Jesucristo jamás se ofendió ante sus agresores y por eso sus últimas
palabras en la cruz fueron: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
¿Te enganchas con la agresión o reaccionas desde tu Naturaleza Divina?
¿Qué tanta comprensión buscas tener ante las agresiones de tus semejantes?
¿Qué tanto te esfuerzas por entender lo que te sucede en lugar de enojarte?
El secreto de accionar en lugar de reaccionar es comprensión y paciencia.
Si Dios conmigo, ¿quién contra mí?...
M E D I T A C I O N E S P A R A R E N Ä S E R
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