El hinduismo la describe como uno de los cinco males del mundo
Es el deseo sexual desordenado, ilimitado o incontrolable. Aunque originalmente viene del latín “luxuria”, refiriéndose a la abundancia en exceso o lujo, hoy las religiones la consideran como un deseo sexual incontrolado y la condenan por el daño moral que ocasiona y por dar origen a graves desórdenes como abusos sexuales, muchas veces en menores e indefensos, violaciones, crímenes pasionales, etcétera. Se diferencia del sano deseo sexual porque este es controlable a voluntad propia en cualquier momento.
Control y medida En el mundo animal el deseo sexual puede ser incontrolable y los machos pue- den matarse entre sí con tal de fecundar a una hembra. En cambio yo, como animal racional, necesito ejercer total control sobre mis sentimientos, deseos y emociones, para reorientarlos hacia la luz, y lograr iluminar mi lado obscuro, siempre buscando mi verdadero bienestar a largo plazo. Yo sé que lo más importante en la vida es mantener el equilibrio perfecto y reconozco lo fundamental de la frase: “Todo con medida”.
Si no controlara mi imaginación acerca de mis deseos sexuales que pueden caer en la perversión, dañarme y dañar a otros, podría convertirme en un ser sin escrúpulos y cometer atrocidades; si permitiera que mi imaginación me controle, acabaría en un manicomio. Es fundamental disciplinarla y domarla, para que mi voz chinga-quedito no la dirija contra mí, por lo que sólo la dejaré a rienda suelta al requerir usar mi creatividad.
Del egoísmo al amor La lujuria no solamente es una falta de control o medida, sino que interviene mucho la actitud y el enfoque que se le dé al deseo sexual. Por ejemplo, en la masturbación, lo que se busca es la satisfacción propia, pero muchas relaciones son como masturbaciones en donde uno usa al otro posesivamente, como un objeto sexual; incluso hacer el amor con ojos cerrados, sin contactar al otro energéticamente a través de los ojos que son las ventanas del alma, imaginándose otras cosas, como estar copulando con otra persona, en realidad no es hacer el amor. Y efectivamente puede llevar a experimentar instantáneamente un inmenso placer, pero una vez que este termina, deja un gran vacío en el alma, alejándome así de mi naturaleza divina y de Dios. Al realmente hacer el amor, viéndonos a los ojos y comunicándonos de alma a alma, experimentamos una gran felicidad y plenitud interior, fundiéndonos en el amor y en nuestra naturaleza divina, uniéndonos instantáneamente a Dios. Por esto es fundamental encontrar la satisfacción, primero en la satisfacción del otro, trascendiendo así del egoísmo al amor. Pero actualmente todos los mensajes que nos llegan del sexo, como las películas pornográficas, contienen un mensaje de puro sexo o sexo puro, sin ninguna con- notación de amor o afecto, como si este careciera de importancia, concentrando todo el mensaje en la satisfacción carnal, y esto ocasiona que nuestra conciencia se deforme, percibiendo erróneamente que la única forma de disfrutar las relaciones es egoístamente y concentrados en la parte física.
A mí me tomó muchísimos años darme cuenta de la cantidad de tiempo, energía y recursos irremplazables y arrepentimiento que gastaba inconscientemente en torno al sexo, hasta que en una terapia logré observarlo, y tomar conciencia de que casi todo lo hacía “inconscientemente” para satisfacer la necesidad de reconocimiento, de mi hambriento ego, y que en el fondo lo que en verdad buscaba era la plenitud absoluta, la misma que experimenté en el vientre de mi madre.
Porque aunque el orgasmo dura tan sólo unos instantes, detiene el tiempo en ese momento; y ese instante, se convierte en una eternidad presente; el tiempo interno se detiene, y con él, el pensamiento, el pasado y el futuro, entregándonos totalmente a nuestro “presente”, y con él, al mismo bienestar ya experimentado en el vientre de nuestra madre. Y junto a eso, a la:
Plenitud total. Por estar sin lenguaje conocido, y por tanto sin pensamiento, demonio interno o voz chinga-quedito.
Abundancia absoluta. Al no tener que esforzarnos ni siquiera en comer o respirar.
Armonía impecable. Sin peso, frío o calor al estar flotando en líquido amniótico.
Pasión por vivir. Por qué estás a punto de nacer y convertirte en un ser infinito y eterno.
Independientemente del instinto, es por eso, que luchamos tanto por llegar al orgasmo, con todo el recorrido previo que implica lograrlo: la conquista, co- dependencia, etcétera, porque nos reconecta energéticamente con el vientre de nuestra madre y por tanto al bienestar total. Pero para eso no hace falta un orgasmo sexual; se pueden producir también a través de meditación, yoga, música, baile y de tantas artes más.
Qué busco en mis relaciones: ¿Que mi satisfacción provenga más de dar o de recibir?
¿Satisfacerme en forma egoísta, usando a la otra persona?
¿O qué mi satisfacción provenga de satisfacer al otro primero?
¿Unirme a Dios a través de amar a tu pareja, o el placer por el placer?
Si Dios conmigo, ¿quién contra mí?...
Michel Domit
¡Atrévete a cambiar tu vida!
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