Si no cerramos adecuadamente los ciclos, corremos el riesgo de perder y malgastar nuestra energía sin siquiera darnos cuenta
Nuestra vida es como una cadena en la que cada uno de sus eslabones es un ciclo, eslabones de tamaños y longitudes diferentes, donde el concepto básico es que si no cierras un ciclo estás dejando un eslabón abierto, haciendo que tu cadena sea muy frágil; y si la energía continúa abierta, estás gastándola a nivel subconsciente o inconsciente sin darte cuenta de que esto ocurre.
Es fundamental recuperar la energía de los ciclos que tenemos abiertos para cerrar el eslabón correspondiente y quedar en paz con nosotros mismos y con los otros, y así conservar nuestra energía, mantener la salud y producir abundancia y longevidad.
Hay ciclos en dos tipos: los nuevos y los antiguos.
Ciclos nuevos
Son los que apenas estás creando o estás a punto de cerrar, y que en ocasiones no terminas, dejando a la persona con dudas o resentimientos por tu poca claridad.
Por ejemplo, hace algunas semanas me di cuenta de que mi auditor estaba siendo poco claro en la cuestión de sus honorarios, por lo que me molesté y decidí dejar el asunto pendiente momentáneamente hasta tener más claridad. Así pasaron varias semanas en las que él me llamaba para saber cuándo reanudábamos, pero yo no tomaba sus llamadas “por mis múltiples ocupaciones” o al menos eso pensaba, sin darme cuenta de que inconscientemente hacía que esto continuara igual, hasta que él se cansara de llamar y yo contratara a alguien más.
Me percaté de cuántas veces he dejado mis ciclos abiertos, posponiendo las decisiones innecesariamente por miedo al conflicto, así es que llamé para decirle “te agradezco muchísimo todo lo que hiciste por mí, pero decidí no continuar con tus servicios porque sentí poca ética y claridad de tu parte”. Él se justificó un poco y después me dio las gracias por darle una lección. Cerré mi ciclo adecuadamente quedándome tranquilo por mi decisión, contratando de inmediato a otro auditor.
Ciclos antiguos Son ciclos que dejamos abiertos en el pasado por una falta de decisión, por miedo al conflicto o simplemente por no tomarnos la molestia de comunicar a la otra persona que el ciclo está cerrado. Hay diferentes ciclos no cerrados, pero una gran cantidad de ellos encierran emociones sumamente poderosas y dañinas que guardadas durante mucho tiempo acaban con nuestra salud espiritual, mental y física haciéndonos explotar emocionalmente en cualquier momento. Recientemente conviví con dos hermanos, Pedro y Pablo, que se adoraban des- de muy pequeños, como pocas veces he conocido en mi vida. El encuentro fue intenso, violento y triste porque finalmente Pedro se animó, después de cuarenta años, a reclamar cosas a Pablo que desde su niñez no se había atrevido a decir. Pablo se quedó anonadado escuchando lo que jamás se había imaginado y pidió perdón a pesar de no sentir culpa alguna, pero Pedro le confesó que ya no podía tenerlo cerca de su vida y se alejó gritándole que jamás quería volver a verlo. Pablo hizo lo posible por detenerlo, pero al ver la reacción de su hermano, no le quedó más que dejarlo ir para evitar ser golpeado por este. Al ver esto me quedó una enorme tristeza en el alma.
Me doy cuenta con toda claridad que Pedro se fue tragando el sufrimiento y no lo supo expresar o reclamar; simplemente albergó los sentimientos de coraje, enojo y frustración, y vivió así toda su vida. Lo terrible es que cuando por fin pudo expresarlo, era tan grande el sentimiento de rencor, odio y orgullo, que ya no quiso perdonar y prefirió acabar con el gran amor que sentía por su hermano.
Otro ejemplo es el de una muchacha que a sus veintitrés años ha vivido faltándole el respeto a su madre desde pequeña, insultándola todo el tiempo, haciéndola sentir una basura, degradando su imagen a cada instante. Por su parte, la madre lo tolera por el sentimiento de culpa que tiene por el abandono en que la tuvo. Estando con la joven le dije: “¿Te das cuenta que realmente no soportas a tu madre?” Simplemente para hacerla entrar en razón y para mi sorpresa me contestó: “Por supuesto que me doy cuenta, no la soporto, me enoja, me saca de quicio y me dan ganas de golpearla”. Se le trababa la mandíbula sin casi poder hablar por la ira. Le pregunté: “¿De dónde viene tanto coraje y odio?” Después de platicar mucho tiempo me dijo:
“Mi mamá no estuvo conmigo, no me procuró, ni me atendió, no me dio el cariño suficiente, me dejaba siempre sola, nunca tuve el valor de decírselo y me lo tragué amargamente, y aunque ahora quiero vivir en paz y armonía, no logro hacerlo.” Le dije: “mientras le tengas resentimiento y odio, jamás lo lograrás... Sólo perdonándola desde el fondo del corazón podrán vivir felices”. Y gracias a Dios, a pesar del pavor que le daba quitarse la armadura de orgullo que sentía que la protegía, logró con un enorme esfuerzo perdonarla, recuperar el amor hacia ella y aceptar el amor materno que tanta falta le hacía.
En la vida tenemos que cerrar los ciclos a tiempo y nunca permitirnos adoptar la actitud de mártires, y mucho menos de mártires silenciosos, que siempre a la larga terminan por estallar en agresión, sin haber en muchas ocasiones, marcha atrás.
Hay ciclos de relaciones emocionales, laborales y de todo tipo que no cerramos, en las que nos sentimos culpables y no pedimos perdón; relaciones con resentimiento, rencor u odio que no aclaramos ni reclamamos, mientras que la otra persona ni siquiera se ha dado cuenta que nos lastimó. Es crucial reencontrarnos con todas esas personas con las que no hemos aclarado nuestros sentimientos para poder cerrar estos ciclos adecuadamente y sanar las heridas; atreverte a pedir aclaraciones, decir las cosas como son, ofrecer disculpas cuando sientes culpa, o reclamar de inmediato cualquier cosa que no te haya gustado. No hacerlo trae consecuencias que pueden ser graves con el paso del tiempo. Los rencores y resentimientos terminan muchas veces por convertirse en odio, incluso en el amor entre hermanos o padres e hijos. Cerrar ciclos, por ejemplo de culpa, significa pedir perdón, reparar o com- pensar el daño.
De resentimiento comprender el porqué lo hizo la persona, aclarar con ella y perdonarla.
En cuanto a la duda implica expresar la duda y aclararla totalmente.
Si la persona ya murió hay que cerrar también el ciclo, al menos perdonándolo dentro de nuestro corazón; si es un sentimiento de culpa, pidiendo perdón a su espíritu y tratando de compensar el daño a sus sucesores.
Este cierre de ciclos es independiente de lo que piense la persona, y para estar en paz con nosotros mismos.
Puede parecer poco fácil pero si te das cuenta que esto va a liberar tu alma va a resultarte fácil hacerlo. Es fundamental recuperar la energía de los ciclos que quedan abiertos; cerrar el eslabón de la cadena y quedarnos realmente en paz tanto nosotros como la otra persona.
¿Cuánto tiempo dedicas a cerrar ciclos?
¿Cuantos eslabones en tu vida tienes abiertos todavía con emociones
negativas que no has cerrado?
¿Cuantos compartimentos y cajones de tu mente, en lugar de contener luz
y alegría, destilan oscuridad y contienen emociones dañinas?
Haz que tu vida esté llena de luz. Haz que todos los cajones de tu mente se iluminen de paz, amor y pasión por vivir.
Si Dios conmigo... ¿quién contra mí?
M E D I T A C I O N E S P A R A R E N Ä S E R
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